La noche, la lluvia y el partido de Italia
La noche en Sidney ha llegado cargada, el verano
esta yéndose y junto con él la marea de las buenas olas. Es tranquilo estar
sentado frente al mar, el silencio de la paz, la mejor forma de no hablar es
escuchar. Analizar el silencio muchas veces puede ser más complicado que
entender a un gago. Mis maletas están casi listas, voy a echar de menos esta
casa de playa, poder ver los atardeceres a diario no tiene precio, las olas, la alegría, música de la buena y un día
sin planes, que la vida me lleve, a donde quiera, solo ella sabe, yo no preciso
saber.
El teléfono suena,
es mi hermana y mi vuelta a la realidad, ella está en Londres, estresada para variar
y con una lluvia a cuestas, intentando llegar al aeropuerto. Nunca he entendido
porque se estresa siempre de mas, es como si tuviese una válvula de tensión que
siempre anda en los descuentos, luego llegan los gritos, el drama, etc, bla,
bla, bla, canción repetida, ya se me el final. Siempre ha sido así, desde
niños, yo el ying, ella el yang, yo la paz y ella la tormenta. Creo que eso
hace graciosa la vida. Beatriz es un huracán de emociones con una paz en los
ojos que ya quisiera tener yo, son mis ojos favoritos, el azul del mar, muchas
veces las respuestas de mi mundo. El abrazo que siempre quiero.
Es hora de
partir, un último vistazo al apartamento, no tengo mucho tiempo para llegar al
aeropuerto, es increíble como siempre voy en contra del reloj. “Maldita Nerea”
en mi Ipod, todo listo, maletas, tabla de surf, todos listos, todos a bordo. Camino
al aeropuerto me doy cuenta que no quiero ir, realmente estoy haciéndolo por
ella, preferiría mil veces quedarme en Sidney para ver un amanecer mas, pero no
puedo dejarla sola. No en un momento así. En el camino el taxista hace conversación,
yo acepto y sigo, el comienza hablar de futbol, una conversación a la que yo
siempre huyo, adoro el futbol pero la gente no lo entiendo como yo. El pregunta
hacia donde voy, Roma respondo, pregunta para que, y antes de dar las
respuestas completas interrumpe para hablar de la selección italiana, ya que mi
estimado amigo cree que es una seria favorita para ganar el mundial del 2014. Yo
guardo silencio, no quiero ser grosero y reírme de él. Prefiero seguir
escuchando el crimen futbolístico que relata, y en ese momento entiendo porque
no quiero ir para Roma, porque justamente es lo mismo que voy a escuchar
durante la semana que probablemente pase por allá. No hay belleza de una italiana
que valga el suplicio de tener que escuchar que los italianos re- inventaron el
futbol. Pero decirle que no a Beatriz es algo que durante 28 años no he podido
hacer, basta que me mire y estoy hecho, no puedo, ni podre.
Antes de subir
al avión recibo su última llamada, está un poco más tranquila ya está dentro
del avión, debe estar en Roma en unas horas, me comenta que ya confirmo la reservación
del hotel y todos los por menores que según ella estaban sin confirmar. Es una maniática
pienso, mando un beso para ella y le digo que nos encontramos en Roma.
El vuelo fue
tranquilo, no me gusta volar, pero es algo a lo que me he tenido que
acostumbrar, ser actor no es algo de un solo país, tienes una insignia “internacional”
y muchas veces juegas para el país de los trotamundos, en mi caso esa es mi selección.
Ya en Roma, el abrazo es intenso, Beatriz está más tranquila, mi hermana es
bailarina, esta es la primera vez que participa en una obra en Italia, está
demasiado ansiosa. Yo insisto que debe relajarse cuando ella se relaja y se
deja llevar logra su estado más puro. Llegamos al hotel, todo estaba listo,
todo estaba hecho como ella quería, eso era bueno, ella era feliz, entonces era
bueno.
La mañana
siguiente era la primera función. Despertar temprano no era mi actividad
favorita, pero si se trataba de Beatriz valía el sacrificio y más. Mi hermana
era un manojo de nervios durante todo el día, no era muy simpática cuando
estaba así, yo me mantenía cerca y con la mente lejos.
Al final de la
noche en Roma todo salió dentro de lo esperado, un éxito, la actuación de mi
hermana seria seguramente reconocida en el periódico del lunes. Flores y
elogios para ella y sus colegas, belleza en su más grande expresión. Todo bien
hasta que un periodista peco de ingenuo, es increíble como una pregunta puede
muchas veces cambiar el fluir de una dia.
-
Señorita Fernández, sabemos que
usted gusta también de futbol. ¿Queríamos saber que pensaba del triunfo
italiano sobre Inglaterra?
-
Yo la verdad gusto pero no lo
entiendo a la perfección. Pero mi hermano es un fanático de aquellos, si quiere
puede preguntarle qué es lo que piensa.
Yo salí de mi
adormecimiento como de golpe, mire a mi hermana como dejando en claro que ella me
había colocado en una situación muy complicada, porque yo no acostumbraba a ser
condescendiente y no gustaba del futbol que practicaba Italia. Era tarde cuando
ella quiso arreglar la situación, el periodista ya había lanzado la pregunta…
No recuerdo todo
lo que dije, después de que Beatriz se molesto conmigo, mejor era olvidarme y
no toca más el tema. La mañana siguiente leía un artículo en el periódico local
de Roma mientras desayunaba. Un artículo en la sección deportiva llamo mi atención.
“Bailarina Beatriz Fernández, danza en contra de la azurra”. Fue en ese momento
que recordé mi discurso, la intervención de mi hermana para salvar mis
declaraciones y mi sentencia final: “Italia no tiene como ganarle a Alemania”. Logre
que Beatriz no leyese el periódico esa mañana, no quería que se sintiese mal
por causa de la mala intención de un periodista. Luego de esa obra mi hermana
no ha sido llamada para otra puesta en escena hasta hoy. Yo sigo opinando de
futbol de vuelta en Barcelona donde ahora estoy actuando. En Londres sigue
lloviendo casi todos los días. Y Alemania le gano a Italia 2 – 0 aquel partido.